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  • Gabriel Villaseñor 14 años

    Es un joven inventor que pasa gran parte de su tiempo en un taller, en la azotea del edificio donde vive. Orden dentro de un caos: Tornillos, herramientas, manuales, diagramas, computadoras antiguas, antenas, cintas de aislar, alambres y aparatos que un día fueron desechados y que en manos del Edison mexicano se miran como en sus mejores días.

    Su mamá muestra orgullosa los recortes que señalan a su hijo como un niño genio que tiene su propia empresa de ingeniería electrónica: más de 200 bocetos de distintos inventos, un tapete inteligente cuya patente está en trámite (alarma y apoyo para invidentes y minusválidos) y que tiene a este adolescente como el inventor más joven en un país en el que “la fuga de cerebros” es común. Y lamentable.

    Habla como un adulto, explica cosas de robótica y electrónica que uno no entiende mientras se escuchan los ladridos de su mascota llamada Laika (como aquella perra rusa). De hecho, el no entenderse con alumnos de primer año de secundaria originó que Gabriel decidiera hacer 2° y 3° en secundaria abierta, ¡en menos de dos meses!

    Ahora estudia la prepa con jovencitos de 18 años, se entiende mejor y gustoso les explica sobre Química, Física, Biología y Electrónica. Sin embargo, siempre que piensa en dónde estudiará la carrera de Ingeniería en Electrónica e Intercomunicaciones, se traslada imaginariamente al extranjero. “Me gusta la Universidad de Los Ángeles, ya que aquí no existe el apoyo ni la capacidad que yo busco.”

    Ya tomó un curso de robótica en el Instituto Politécnico y la carrera técnica en Microprocesadores Digitales, pero no le otorgaron papeles oficiales por ser menor de edad. “Siento que estoy en la ciudad y el país equivocados.”

    En su taller tiene un reloj de pared que funciona con energía solar, también una antena que le permite conectarse con un satélite y escuchar un canal de radio chino, en inglés. Habla francés y alemán. “Aquí estamos atrasados 20 años en tecnología.”

    Recuerda que “mi papá me regañaba por apretar botones, descolgar teléfonos y jalar todo tipo de cables, a los cuatro años”. Hoy dice que “la cantidad de elementos que el hombre ignora, es infinita”, que Asimov es uno de sus genios favoritos y Steve Jobs (Apple) uno de los más prácticos.

    A los tres años dibujó una brújula, “con manecillas y tornillos”. A los seis pidió de regalo un foco de 50 wats, cable, clavija y un socket. Recibió sus primeros toques eléctricos. También tiene un pasatiempo: toca el violín.